A partir de cierto punto no hay retorno. Ese es el punto que hay que alcanzar.
-Franz Kafka
-Franz Kafka
Cuando se sabe que se está llegando al final de… digamos un ciclo y más cuando uno está seguro que se romperá con ese círculo para no regresar una y otra vez, es necesario reconstruir las naves y esperar el viento a favor. Dicho esto es rebuscar en lo más profundo para rescatar un par de recuerdos y no por nostalgia o melancolía o porque duelan sino para deshacernos de ellos, sacarlos del corazón y aventarlos en una botella a la eternidad del mar.
Entonces me he dado a la
dolorosa tarea de recordar cómo nos conocimos (nótese que hago uso del plural, porque siempre fuimos
nosotros y no “tú y yo”).
Recuerdo que todo fue de la
nada, de pronto, nosotros ya éramos nosotros.
Era la secundaria yo iba en
segundo y tú en primer grado.
Lo primero que recuerdo; eres
tú reclamándome porque en las escalaras yo pase y te empuje, entonces tú me
dijiste algo como “ese niño siempre pasa y me empuja” yo te mire y no sé muy lo que dije, tal vez sólo me reí y tartamudee
un “no” y me eche a correr.
Lo segundo que recuerdo;
eres tú entrando en el salón donde yo tomaba clases, justo en la clase de
geografía con el simpático maestro Rene (y uno de los mejores profesores que
considero he tenido en toda mi vida académica). No sé muy bien el motivo por el
qué entraste, pero yo ya sabía quién eras,
habíamos hablado varias veces de cosas tan profundas del tipo “siempre pasas y me empujas” “no es cierto,
tú eres la que me empuja” etc.
Yo me sentaba en el pupitre
frente al escritorio y no porque era un alumno destacado o a quien le interesaba aprender sino por la grandiosa fortuna de estar sentados
por número de lista.
Cuando tú entraste al
primero que agarro el maestro Rene para torturarlo frente al grupo fue a mi (lo
que hoy se le conoce como “bullyin” jeje), bueno en realidad fue porque
estábamos jugando a ver quién decía los
mejores albures académicos, es decir, que tuvieran que ver con nombres de ríos
o montañas o fauna de México, no
recuerdo bien, pero creo el maestro dijo “desiertos, bla, bla, bla, coyotes” entonces
una vocecilla imberbe interrumpió
puntalmente con la magnífica palabra “cojo” en ese justo momento entras
tú, el maestro me agarra a mí (un chivo expiatorio para evadir que
efectivamente alguien lo había albureado) me pone frente a ti y me presenta contigo,
claro, él pensando que me iba a poner en ridículo, sabiendo que cualquier puberto de secundaria se avergonzaría por conocer a una chica tan linda como tú,
pero como ya te conocía, lo único que hicimos fue decir, ah sí, ya nos
conocemos, un beso en la mejilla y el universo se transformó en nosotros.
Los demás son recuerdos que
se van perdiendo entre madrugadas, canciones y cervezas.
Te amo
Víctor Hugo (cada vez más
lejos)
31 Julio 2013
p.d. Me acuerdo de tantas cosas, seré breve, pero
los escribiré porque los tengo claros en mi vida y todos los días se asoman en
mi ventana junto a la luna.
Una vez te invite a salir,
fuimos a la feria, nos las pasamos bien, etc. llegamos a tu casa y tú me
preguntaste que desde cuando te quería y yo conteste lo primero que me vino a
la mente, “no sé, hace un par de meses” te enojaste y me dejaste de hablar.
Una vez te regale un flor,
una rosa blanca que corte del jardín de mi casa y me dijiste “las personas
regalan flores cuando ya no se quieren” yo me quede callado.
Una vez nos emborrachamos en
la casa de un imbécil que vive cerca de la tuya. Estando borrachos empezamos hablar y a prometer, de
hecho tú hablaste y tú prometiste, yo sólo escuche, después nos besamos. Llegaron
tus papas por ti. Al otro día llegue a tu casa, feliz, un poco avergonzado,
pero muy feliz, saliste y sin más me rompiste el corazón (tú sabes a que me
refiero).
Una vez te escribí que
fuéramos novios, me dijiste que no, que tu mamá no te daba permiso, sin embargo
tu hermana te aconsejo que me dieras el sí.
(Recuerdo borroso) Una vez
me dijiste que era una gran persona, pero que aún no te gustaba.
Una vez me pediste que
cerrara los ojos y me besaste (mi amor por ti exploto y aún no se apaga) al
otro día me dijiste que no era mala onda, pero que no lo interpretara de otra
manera, que para nada me estabas dando alas (sic), yo sonreí incrédulo.
Por último, ya lo acepte y
te lo escribí anteriormente: una vez escribí en un pedazo de hoja “Me gustas
mucho, ¿quieres ser mi novia? Atentamente. Víctor Hugo” lo arrugue y lo eche a
tu mochila, nunca lo acepte porque por alguna extraña razón que aun no entiendo
me daba pena.
Última p.d. Alejo los recuerdos,
buenos y malos, dejando que se conviertan en estrellas fugaces para que pasen veloces
y se desintegren en algún punto del universo y no vuelvan a perturbar la
memoria ni a destruir el corazon. Pero sí
el destino es tan fuerte volverá a traer
esos recuerdos, pero esta vez transformados en ti.