martes, 30 de julio de 2013





A partir de cierto punto no hay retorno. Ese es el punto que hay que alcanzar.
-Franz Kafka









Cuando se sabe que se está llegando al final de… digamos un ciclo y más cuando uno está seguro que se romperá con ese círculo para no regresar  una y otra vez,  es necesario reconstruir las naves y esperar el viento a favor. Dicho esto es  rebuscar en lo más profundo para rescatar un par de recuerdos y no por nostalgia o melancolía o porque duelan sino para deshacernos de ellos, sacarlos del corazón y aventarlos en una botella a la eternidad del mar.


Entonces me he dado a la dolorosa tarea de recordar cómo nos conocimos (nótese que  hago uso del plural, porque siempre fuimos nosotros y no “tú y yo”).


Recuerdo que todo fue de la nada, de pronto, nosotros ya éramos nosotros.


Era la secundaria yo iba en segundo  y tú en primer grado.


Lo primero que recuerdo; eres tú reclamándome porque en las escalaras yo pase y te empuje, entonces tú me dijiste algo como “ese niño siempre pasa y me empuja” yo te mire y no sé muy  lo que dije, tal vez sólo me reí y tartamudee un “no” y me eche a correr.


Lo segundo que recuerdo; eres tú entrando en el salón donde yo tomaba clases, justo en la clase de geografía con el simpático maestro Rene (y uno de los mejores profesores que considero he tenido en toda mi vida académica). No sé muy bien el motivo por el qué entraste, pero yo ya sabía quién eras,  habíamos hablado varias veces de cosas tan profundas del tipo  “siempre pasas y me empujas” “no es cierto, tú eres la que me empuja”  etc.


Yo me sentaba en el pupitre frente al escritorio y no porque era un alumno destacado o a quien le  interesaba aprender sino  por la grandiosa fortuna de estar sentados por número de lista.

Cuando tú entraste al primero que agarro el maestro Rene para torturarlo frente al grupo fue a mi (lo que hoy  se le conoce como  “bullyin” jeje), bueno en realidad fue porque estábamos jugando a ver quién  decía los mejores albures académicos, es decir, que tuvieran que ver con nombres de ríos o montañas o fauna de México,  no recuerdo bien, pero creo el maestro dijo “desiertos, bla, bla, bla, coyotes”   entonces una vocecilla imberbe interrumpió  puntalmente con la magnífica palabra “cojo” en ese justo momento entras tú, el maestro me agarra a mí (un chivo expiatorio para evadir que efectivamente alguien lo había albureado)  me pone frente a ti y me presenta contigo, claro, él pensando que me iba a poner en ridículo, sabiendo que cualquier  puberto de secundaria se avergonzaría  por conocer a una chica tan linda como tú, pero como ya te conocía, lo único que hicimos fue decir, ah sí, ya nos conocemos, un beso en la mejilla y el universo se transformó en nosotros.

Los demás son recuerdos que se van perdiendo entre madrugadas, canciones y cervezas.

Te amo
Víctor Hugo (cada vez más lejos)
 
31 Julio 2013

p.d.  Me acuerdo de tantas cosas, seré breve, pero los escribiré porque los tengo claros en mi vida y todos los días se asoman en mi ventana junto a la luna.

Una vez te invite a salir, fuimos a la feria, nos las pasamos bien, etc. llegamos a tu casa y tú me preguntaste que desde cuando te quería y yo conteste lo primero que me vino a la mente, “no sé, hace un par de meses” te enojaste y me dejaste de hablar.

Una vez te regale un flor, una rosa blanca que corte del jardín de mi casa y me dijiste “las personas regalan flores cuando ya no se quieren” yo me quede callado.

Una vez nos emborrachamos en la casa de un imbécil que vive cerca de la tuya. Estando  borrachos empezamos hablar y a prometer, de hecho tú hablaste y tú prometiste, yo sólo escuche, después nos besamos. Llegaron tus papas por ti. Al otro día llegue a tu casa, feliz, un poco avergonzado, pero muy feliz, saliste y sin más me rompiste el corazón (tú sabes a que me refiero).

Una vez te escribí que fuéramos novios, me dijiste que no, que tu mamá no te daba permiso, sin embargo tu hermana te aconsejo que me dieras el sí.

(Recuerdo borroso) Una vez me dijiste que era una gran persona, pero que aún no te gustaba.

Una vez me pediste que cerrara los ojos y me besaste (mi amor por ti exploto y aún no se apaga) al otro día me dijiste que no era mala onda, pero que no lo interpretara de otra manera, que para nada me estabas dando alas (sic), yo sonreí incrédulo.

Por último, ya lo acepte y te lo escribí anteriormente: una vez escribí en un pedazo de hoja “Me gustas mucho, ¿quieres ser mi novia? Atentamente. Víctor Hugo” lo arrugue y lo eche a tu mochila, nunca lo acepte porque por alguna extraña razón que aun no entiendo me daba pena.

Última p.d. Alejo los recuerdos, buenos y malos, dejando que se conviertan en estrellas fugaces para que pasen veloces y se desintegren en algún punto del universo y no vuelvan a perturbar la memoria ni a destruir el corazon.  Pero sí el destino es tan fuerte volverá  a traer esos recuerdos, pero esta vez transformados en ti.