Afirmar ya no la quiero respecto a una mujer,
no se puede sino hasta ese momento en que tal mujer es algo que ya no existe
para uno, algo muerto en definitiva. Pero antes de ese momento habrá una cadena
de vacilaciones, de dudas, de temores, de agudo y doloroso deseo de volver… lo
terrible es que tú nunca renunciaras a
que Julia deje de existir dentro de ti, como dentro de ti la has creado
sin que jamás existiera. Esto es lo más
románticamente imbécil que pueda imaginarse.
José Revueltas, Días
Terrenales.
Pues todo esto que escribo
no creas que sale así nada más en madrugadas tristes, frías y dolientes, no, es
todo un devenir de pensamientos que durante días divagan por mi mente, mi
corazón, mi ser, van y vienen, van mutando, van creciendo hasta llegar a un
punto en ya no puedo contenerlos y es
necesario sacarlos de alguna manera.
Y bueno después de mucho he
decidido que esta será la última carta, sí ya sé que muchas veces he dicho esto,
pero esta sí es la última lo digo convencido y con la conciencia de que
realmente va a pasar.
Y aquí va el por qué:
“Poder
decir adiós es crecer” Cerati
Es muy sencillo sólo quiero
seguir con mi vida, quiero crecer, volver a enamorarme, entregarle mi vida, mi
amor, a alguien que sí me quiera y me
acepte como soy, que no por ser loco, medio borracho, chaparro, me ponga
condiciones para estar con ella.
A ti por lo visto no te
importe, ja, irónico; tú me pedias que te demostrara mi amor con cosas absurdas
y banales cuando de la manera más triste
me has demostrado que nunca te he importado y no sólo eso sino que me has
olvidado como si hubiese sido cualquier imbécil que te tratara mal y te
mintiera diciéndote te amo mientras pensaba en alguien más.
Y aceptar que tu amor (que
nunca sentiste por mi) ya se acabó o nunca existió, de cualquier forma que haya sido, es aceptar
que ya no estarás para mí y claro parte de mi madurez es aceptar que yo ya no
estaré para ti. Aunque como Peter Pan
que dejo ir a Wendy, pero no la dejo de amar, aceptar y liberar no es
resignación, es coraje y valor de saber que hay cosas que son mejor si son de
otra forma a la que nos aferramos y fantaseamos de niños. Yo al igual que Peter
Pan, te mato, te dejo ir, dejo que
crezcas y te conviertas en lo que todo mundo quiere, un adulto sin
corazón. Por mi parte me quedo en nunca jamás, olvidado. Y de vez cuando
haciendo visitas a tu mundo para saber
que eres feliz.
Por otra parte, hare y fingiré
un dialogo ente tú y yo, que en el acto me dará la libertad que tanto te he
pedido en el contestar a la sencilla pregunta de ¿Me amas o no me amas?
Un acto psicomágico de
liberación.
Era
una calle, mucha gente, un día templado, las sombras de los árboles se
proyectaban en las banquetas disimulando las sombras de quien apurados iban y
venían. Fue en ese momento en que Itzel con todas las prisas y la altanería que
la caracteriza, pero sin dejar de ser hermosa, se topó con quien nunca se
imaginó que se volvería encontrar y menos de casualidad.
Hugo
caminaba tranquilo mirando las hojas de ese verde que brilla cuando los rayos
del sol pretenden atravesarlos, distraído y a la vez atento a de las formas de
las nubes, de la gente que sin mirarlo lo golpeaba en su paso veloz, fue
entonces que sin querer choco de frente con ella, con la de siempre, con la que
siempre se imaginó y deseo con todo su ser volverse encontrar y más de
casualidad.
En
el momento de ese choque fue como de dos grandes planetas que al chocar uno
queda destruido por el impacto. Por un momento se quedaron mirando al piso,
absortos, como si ya adivinaran con quien se habían tropezado. Lentamente
levantaron la cabeza y al quedar de frente sus miradas se perdieron en las del
otro. Fue una brisa fuerte que los regreso del letargo y mientras las ramas de
los árboles se movían con delicadeza, Itzel hablo.
–
Hugo – lo dijo con una voz lejana, como si no recordara qué significaba esa
palabra.
Hugo
la observaba con atención, disimulando su tristeza, su agonía, su sorpresa, su
amor. No contesto, sólo un suave suspiro, una mueca se dibujó en su boca, un intento de sonrisa.
– Pero, cómo has esta… - lo entendió de
pronto, mil recuerdos desbordaron su mente y enseguida guardo silencio.
La
gente pasaba y pasaba, pero tenían a su alrededor una especie de escudo que los
protegía de cualquiera que a su paso quisiera empujarlos o gritarles estorbos,
la gente pasaba a un lado sin molestarlos.
Hugo
quiso decir algo y sólo logro apartar sus ojos de los de Itzel. El dolor que sentía nublaba su vista, quería abrazarla.
Itzel
lo tomo de las manos suavemente, el sintió ese toque delicado, esa sensación de
triunfo, por un momento su espíritu se sosegó, suspiro largamente.
– Perdón, por todo el daño que sin querer te
he provocado, podría decir que no es mi culpa, pero lo asumo y acepto que
también yo tuve parte de… pero quiero que entiendas que en algún momento… -
trago saliva- bueno ya no importa, porque no te amo.
Hugo
jalo sus manos, pero ella lo tenía bien agarrado como si no quisiera que nunca
se fuera, por momentos él perdió las fuerzas y quiso desmayarse, pero ella lo
mantuvo en pie.
– No te amo – lo repitió, pero esta vez su voz
era suave, se quebraba a cada palabra que pronunciaba, que llegando al amo, no pudo contenerse, trastabillo un
poco, un par de lágrimas recorrieron sus mejillas
–
No te pongas triste, no era esto lo que siempre me pediste que hiciera…
Soltó
las manos de Hugo y antes de que este se echara a correr, lo abrazo. El sintió
el calor de su cuerpo, la tristeza de su alma y la rodeo con sus brazos con tal
fuerza que parecía fundirse en ella.
Hugo
pensó decirle que la amaba, pero en vez de eso dejo escapar un suave suspiro
que provocó una pequeña sonrisa en Itzel.
– Ya eres libre del amor que sientes por mí, y
yo del que alguna vez creí sentir por ti. Ahora puedes entregarle todo lo que
eres a alguien que si lo quiera – le susurro y lo soltó.
Al
separarse algo paso por la cabeza de Hugo, tal vez sólo fue un impulso, un
deseo concedido antes de ser fusilado y la beso. Un beso tímido, suave, lleno
de promesas, de vida, de amor. Ella
cerro los ojos unos segundos, se dejó llevar, pero acto seguido lo aparto como
si estuviera haciendo algo malo, como si alguien la sorprendiera y ella llena
de vergüenza quisiera ocultarse debajo de la tierra. Se separó y sin más siguió
caminando.
Hugo
se quedó mirando el piso como al principio, absuelto. Mientras Itzel a espaldas
de él se alejaba con pasos dudosos y lentos.
De
nuevo una brisa fuerte hizo mover las ramas de los árboles, las sombras que se
proyectaban en la banqueta se movieron de pronto Hugo alzo la mirada dio media
vuelta y grito
–
¡Itzel, espera! – pero no camino hacia
ella, ni ella se acercó a él. De alguna manera extraña seguían conservando ese
escudo que aún separados por un par de pasos la gente que pasaba no los
molestaba, pasaban sin cruzarse entre ellos o bien se pasaban al otro lado de
la calle.
Hugo
llevo su mano izquierda al corazón y con la derecha simulo una pistola que se
llevó a la cien, simulo el sonido de un disparo, Pum. Hugo se había suicidado
frente a ella, su cuerpo cayó al suelo.
Itzel desconcertada y devastada corrió hacia a él. Lo abrazo, lo beso,
intento regresarlo a la vida. Al final acepto que Hugo se había matado por
ella, por su amor, por el dolor, por todo, por la vida y no le quedó más
remedio que hacerle cosquillas. El
cuerpo inerte de Hugo comenzó a moverse y a reírse. Mientras Hugo seguía en suelo riéndose, ella
se levantó y siguió su camino.
***
“He
aquí la lucha – pensaba - , aprender a vivir en la soledad del espíritu, amarla
a pesar o sobre todo porque de ellas se derivan todos los sufrimientos y todas
las angustias que son lo único real y verdadero”
José Revueltas, Días Terrenales.
Te
amo
14
de marzo del 2013
Hugo
P.d.
Somos libres.
P.d.
El invierno está por terminar
Las frías madrugadas le van abriendo paso
A los amaneceres calurosos
Bellas flores están por nacer
Ahora estoy más tranquilo
Se antoja un par de cervezas
No para curar viejas heridas
Si no para celebrar nuevos días
Suspiros que ya no duelen
Despacio
El corazón late
El vaivén de la vida.